Tecnologías del agua: la aplicación de filitas, un recurso natural como material para la conducción del agua

Pedro J. Sánchez-Soto (1), Eduardo Garzón Garzón (2) e Isabel Gádor García Rodríguez (3)

(1) Instituto de Ciencia de Materiales de Sevilla (CSIC-Universidad de Sevilla)
(2) Departamento de Ingeniería Rural, Universidad de Almería
(3) Área de Medio Ambiente, Ayuntamiento de Almería

Las filitas son rocas metamórficas de grano fino caracterizadas por un nivel de metamorfismo bajo, entre la pizarra y el esquisto. El color de las filitas, en general, varía dentro de una amplia gama de colores, como son gris, violeta, beige, rojizo y negro. Se componen de minerales exfoliables, del tipo de los silicatos laminares constituyentes de las arcillas comunes, como son clorita y mica moscovita, aunque también pueden contener cuarzo, feldespatos y óxidos de hierro. A su vez, presentan un cierto grado de esquistosidad. De hecho, la raíz etimológica de la palabra “filita” deriva de una palabra griega que significa “hoja” y se aplica a los minerales para hacer referencia a su aspecto hojoso o escamoso, así como a una dirección de exfoliación dominante. Las microfotografías de microscopía electrónica de barrido son ilustrativas de estas características. Mebfilitas

Mebfilitas

Existen diversos yacimientos de filitas en el mundo, por ejemplo los identificados en América del Norte (EE.UU.), América del Sur (México y Venezuela), China, India e Irán, además de Grecia, Brasil y en África. En nuestro país, la localización de filitas es bastante extensa en todo el territorio peninsular, por ejemplo en la zona más septentrional (Noroeste de la región gallega), en la parte meridional (Huesca y Lérida), así como en el Suroeste y Sureste (Extremadura y Andalucía). En el Sureste de la península se presentan en la Cordillera Ibérica, en tres zonas principales con diverso grado de deformación de sus rocas: Sierra Nevada, Filabres y el relieve de la costa malagueña. Estas zonas incluyen la totalidad de los materiales de la edad preTriásica, agrupados en tres grandes conjuntos tectónicos superpuestos o mantos. En orden ascendente, son los siguientes: Complejo Nevado-Filábride, Complejo Maláguide y Complejo Alpujárride. Este último es el que más ampliamente aflora de los tres y está constituido por tres unidades: la inferior (Paleozoico), formada por esquistos y micaesquistos; la segunda (Pérmico-Triásico inferior), de un centenar de metros de espesor, constituida por filitas y cuarcitas; la tercera (Triásico medio y superior) formada por calizas y dolomías. Yacimiento de filitas

Yacimiento de filitas

En la vertiente sur de Sierra Nevada, al pie de la colina Bordaila, se sitúa la ciudad de Lanjarón. Se encuentra enclavada en un terreno de grandes desniveles que forman la ladera de un gran macizo montañoso surcado por profundos barrancos y torrenteras. Es importante destacar dos aspectos de esta zona: la abundancia de filitas, denominadas “launas”, de un color gris, que aparecen en capas y que pueden considerarse arcillas con la propiedad de ser muy impermeables. El color gris de estas filitas caracteriza a los pueblos de la Alpujarra, además de las aguas que afloran en Lanjarón y que tienen su origen, muchas de ellas, en las filtraciones que se producen a través de las capas de filita del propio río Lanjarón.

La aplicación de materiales con una composición similar a las filitas, o bien las propias filitas, ha supuesto grandes avances tecnológicos para diversas civilizaciones a lo largo de la historia. Por ejemplo, en la época de la Hispania romana se construyeron obras de ingeniería civil como son los puentes, para salvar ríos, así como pantanos para almacenar agua y acueductos para salvar valles y llevar el agua a las ciudades, lo que supuso un aporte al bienestar de las ciudades. Los constructores de dichas obras desarrollaron y aplicaron conocimientos prácticos de los materiales que tenían disponibles. Encontraron recursos naturales, como son los materiales en forma de tejas, para conseguir la impermeabilización de pantanos ante la necesidad de almacenar agua. Basta recordar el pantano de Proserpina que suministraba agua a la ciudad de Emérita Augusta, la actual Mérida (Badajoz), capital de la Lusitania, una de las provincias de Hispania.

Entre las técnicas posibles de las que disponían los ingenieros romanos para canalizar el agua figuraban los sistemas de distribución de agua dentro de las ciudades por cañerías realizadas en arcilla cocida (terracota) y de metal (plomo). Para evitar las filtraciones, el canal del agua se impermeabilizaba con una mezcla formada con mortero de tejas trituradas, a veces de cerámica, y cenizas. Las tejas empleadas eran del tipo pizarra, arcilla o filita, tal y como se ha comprobado en la construcción del Balneario de San Andrés (Jaén). Las aguas de dicho Balneario, ya utilizadas en época romana, proceden de acuíferos cuyo corte geológico se caracteriza por una potente serie de filitas grises, como las mencionadas en el ejemplo de Lanjarón, además de cuarcitas. Esta tecnología la utilizaron también en la construcción de piscinas y termas romanas y, de hecho, hasta el descubrimiento de la tela asfáltica y el plástico era la única técnica fiable.  

Otra tecnología muy destacada en la aplicación de filitas como material natural en la conducción del agua es su empleo en la construcción de las denominadas “acequias de careo”. Se trata de los primeros dispositivos para la recarga artificial de los acuíferos existentes en Sierra Nevada. El nombre parece derivar del término ganadero “carear” que es equivalente a “pastar”. Aunque su origen parece ser incierto y se atribuye a época romana, se construyeron bajo el dominio musulmán, hacia el año 1139, constituyendo una verdadera red, como se comprueba en el documento más antiguo sobre el reparto de agua en la comarca, según consta en crónicas históricas. Las acequias de careo constituyen un brillante sistema de construcción y de distribución del agua que se mantiene funcionando todavía en la actualidad, como queda patente en las imágenes adjuntas. Careo

Acequia de careo

La tecnología conocida como “acequia de careo” surgió para hacer posible el aprovechamiento de las aguas de deshielo de Sierra Nevada y así alimentar los acuíferos de las Alpujarras. De ahí que el esplendor de estas construcciones alcance su mayor cota entre los siglos XIII y XIV. El sustrato suele estar constituido por materiales calcáreos karstificados o impermeables del macizo metamórfico: filitas, micaesquistos, cuarcita, feldespatos, etc., donde están enclavadas. En ocasiones discurren por terrenos con baja capacidad de infiltración, donde presentan en su fondo abundancia de arcillas. En la actualidad existe un inventario de unas 127 acequias de careo, todas ellas localizadas en los Complejos Alpujárride y Nevado-Filábride. El agua permanece almacenada en el subsuelo y así se puede disponer de agua en los periodos más secos. De este modo, no es necesario construir embalses. Por otro lado, con esta tecnología se contribuye a la conservación de ecosistemas únicos en flora y fauna, especialmente en zonas más elevadas. Acequia de careo

Acequia de careo

Otros usos de las filitas es su aplicación como material de cubrimiento o impermeabilización de cubiertas explanadas y de balsas, como en la construcción del vaso del embalse de Benimar (Almería), construido en 1983. De hecho, la apreciación física ya conocida del carácter impermeable de las filitas, como ya indicamos, se ha podido demostrar con un trabajo de investigación que hemos realizado.

Así pues, las filitas se destacan como materiales de interés en la tecnología del agua y se ha ilustrado con ejemplos algunas de sus aplicaciones.

Agradecimientos: Los autores agradecen la aportación de imágenes ilustrativas de “acequias de careo” realizadas por el Dr. Enrique Fernández Escalante (Tragsa) y utilizadas para este artículo.